lunes, 9 de mayo de 2011

Actitud: Se dice de mi...

               Oveja negra, gorda, loco, enano, vago. Las etiquetas o rótulos que surgen de la mirada de los otros pueden condicionar nuestras vidas.

             Las etiquetas, en la mayoría de los casos, configuran la vida de muchas personas. Para bien o para mal -los rótulos o motes pueden tener connotaciones positivas o negativas-, hay quienes logran desestimar o superar el poder social de los alias, así como otros quedan atrapados en la mirada o creencia de los demás y eso puede condicionar el curso de su personalidad y proyectos vitales.

MOTIVOS PARA REFLEXIONAR
        Algunas sugerencias para tomar conciencia del impacto físico y emocional que implica el acto de rotular a los otros y, en algunos casos, en consecuencia, a nosotros mismos:
  • Meditar acerca del valor y el impacto de las palabras que solemos utilizar.
  • El vocabulario y el tono de nuestro discurso suelen ser los ladrillos emocionales de nuestro hogar; son cimiento en el aprendizaje, el desarrollo y en la salud de nuestros hijos.
  • Antes de quejarnos por los rótulos que pueden adjudicarnos, revisar si no solemos cometer el mismo error con los otros.
  • Si bien alguien puede etiquetarnos con tal o cual característica, somos nosotros quienes podemos inhabilitar el acto. Cada quien desplegará, en tiempo y forma, sus posibilidades. Un primer paso podría ser comunicarle al entorno aquello que nos afecta. Lograr un entorno seguro es fundamental. Cuando creemos que la familia no acompaña, es muy probable que haya alguien que esté cerca, capacitado o dispuesto a ayudarnos (un amigo, un profesor, un terapeuta).
  • Si una fama o etiqueta no nos agrada o creemos que no nos pertenece, demostrarles a los demás -y sobre todo a uno mismo- las capacidades o habilidades que nos permiten devolver las cartas credenciales y revertir la situación.
  • Trabajar sobre los enojos y la ansiedad que pueden sorprendernos durante el proceso de resignificación.
  • Saber perdonar a quien nos haya rotulado o embalado en un paquete equivocado o disfuncional para nosotros; así como saber pedir perdón a quienes hayamos catalogado, ya sea porque los hemos denostado o porque les hemos atribuido dotes, poderes o exigencias extremas.

Por Eduardo Chaktoura (Psicólogo y periodista)
En “Revista”  de La Nación, domingo 08 de mayo de 2011

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