sábado, 18 de agosto de 2012

Cuidar nuestras raíces

     Me pareció interesante este texto que leí en  “Aprender a querer, saber vivir”, de Juan Ramón García-Morato. Edit. Eunsa. Pág. 187

Si dejamos que el mundo sea configurado por baremos de eficacia y utilidad, todo -al final, también la vida- es más precario. Si nada es estable y todo cambia según los intereses del momento, la consecuencia es inmediata: ¿qué sentido tiene que sea estable la familia, la dignidad de la persona o la relación con Dios? También los estilos y modos de conducta son -deben ser- cambiantes. Las tradiciones desaparecen, se van rompiendo poco a poco los lazos con los orígenes.  Y al convertirnos en personas des-arraigadas, el resultado se paga en precio de des-humanización.

Es tremendo el choque que se produce en una persona que se va encontrando sin aniversarios que celebrar: al ir rompiendo con el pasado, al no querer aceptarlo como parte de su propia vida, llega un momento en que se  encuentra sin historia previa, sin biografía personal. Está empezando desde cero, porque todo lo anterior se ha empeñado en borrarlo de un golpe. De ahí la importancia de aceptar que cada uno es lo que es gracias a su vida anterior, lo entienda o no, le guste o le deje de gustar.

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