Mis amigos Yeya y Abelardo Pithod estuvieron en Rusia, y me mandan este escrito:
UNA VISITA A RUSIA
He tenido la suerte de visitar Rusia, y lo que sigue no pretende ser un testimonio erudito, sino las impresiones de un simple viajero. Se trata de un país insólito (al menos para mi ignorancia), de un super estado no imaginado ni imaginable. Ante todo es un mundo en sí mismo que va del Mar Báltico al Extremo Oriente. De raza eslava, se ven, no obstante, muchos rostros orientales. En cuanto a nuestra visita nos movimos entre dos polos, San Petersburgo y Moscú.
Catedral de San Basilio. Moscú |
La historia de esta impresionante civilización es también insólita. Vivió bajo el dominio de los zares muchos siglos, en un régimen autocrático basado en la servidumbre y la esclavitud. Después de la Revolución comunista siguió siendo autocrático pero populista. Bajo ese régimen permaneció setenta años. Actualmente está gobernado por Putin, ex funcionario del KGB (policía secreta comunista). El régimen de Putin, a su modo, sigue siendo autoritario. Reconozco que estas calificaciones podrían matizarse pero son útiles para hacerse una primera idea.
Museo Hermitage. St. Petersburgo |
En cuanto a las manifestaciones religiosas uno encuentra las iglesias bastante concurridas. Es corriente ver gente que se hace la señal de la cruz y se inclina al entrar o pasar frente a ellas. Los parecidos con el rito católico romano son muy grandes. La Iglesia Ortodoxa Rusa tiene tradición apostólica, es decir sus sacramentos son válidos.
Mi impresión es que no se puede visitar Rusia en solitario, se necesita un guía. Tienen un alfabeto diferente, con distinta grafía, de modo que no se puede leer los carteles, los avisos ni nada escrito si no se sabe el idioma. Para ser gráfico: no se puede siquiera saber en qué calle se está parado. En muchos casos podrían haber agregado la versión inglesa de los nombres, pero no es una costumbre de los rusos. En resumen, el viajero no puede leer ni las indicaciones de tránsito, por ejemplo el universal “stop” lo ponen en ruso y solo se aprende después de varios días.
Mausoleo de Lenin y muralla del Kremlin |
Pero vayamos a aspectos más profundos de la visita. Rusia es un país de desmesuras, todo de dimensiones colosales. Un ejemplo es La Plaza Roja de Moscú (que no se llama así por el comunismo sino por su construcción en ladrillos colorados, en la época de los zares). Allí está el mausoleo de Lenín, al que, según comentarios, el actual Presidente Putin retacea su visita, porque la Rusia actual tiene una orientación europeísta, y conviene disimular el pasado.
En cuanto a las desmesuras, bastará un hecho: el área de Moscú tiene unos trece millones de habitantes con un parque automotor de siete millones. Resultado, todos son atascos. No se crea que los autos son viejos y chatarrosos, sino que pululan los de la más alta gama occidental. Tampoco se crea que sus vías de comunicación son obsoletas, al contrario, asombran por su moderna factura. Simplemente, el empuje de esa nación va por delante de los requerimientos de su desarrollo.
Metro de Moscú |
Sin embargo, y como contrapartida, me pareció que el estado de ánimo de los rusos (los que el viajero llega a tratar) presenta síntomas de lo que los sociólogos llaman “anomia”. Ésta se caracteriza por cierta incertidumbre respecto de las metas de la vida, desconfianza en los líderes, y quizá tendencias depresivas. Un ejemplo: los servicios en el hotel de Moscú era lentos, como si los empleados no tuvieran entusiasmo o energías. Son simples impresiones, es verdad, pero llaman la atención. Personalmente no tengo más explicación para estas impresiones que la historia de Rusia. Sale del zarismo y pasa por una sangrienta revolución, la comunista, que dura setenta años, con el pavoroso saldo de 25 millones de muertos, muchos de ellos campesinos que se resistían a la colectivización de sus tierras, como pretendían los bolcheviques, para hacerlas colectivas y estatales. Un pasado reciente, difícil de elaborar, y no se lo puede hacer en poco tiempo, porque los procesos psicosociales son lentos.
Hay algo ancestral en Rusia y es como si cargara con un destino violento. La historia de los zares es una historia sangrienta, y lo siguió siendo con el comunismo. Felizmente esto parece haberse detenido. Putin mira hacia la Europa occidental, hacia las democracias. Pero no engañarse, no es una paloma. Hace poco hubo elecciones de alcalde en Moscú y Putin las anuló y puso a un amigo.
Por último, Rusia nos admira en sus contradicciones. Una de los obras más hermosas que ha hecho la mano del hombre es el famoso Subterráneo o Metro de Moscú. Es una lujosísima obra de arte que lo deja a uno pasmado. Lo mandó hacer Stalin. Su motivación fue que el pueblo llano pudiera gozar como propio lo que antes solo gozaban los nobles. Y vaya si lo consiguió y lo sobrepasó. Es una verdadera maravilla.
Rusia, hermosa, salvaje, genial. Pero, hay un pero. Me observaba un amigo que no ha producido últimamente ninguna personalidad del nivel de Solyhenitzin, Tolstoi, Chejov, Dostoviesky y tantos otros. Habrá que seguir esperando que resucite la gran “alma rusa” y salga de esta áurea mediócritas.
De todos modos, habiendo estado en Rusia, uno no puede sino testimoniar que, más allá de la Europa del sur, hay un imperio digno de una visita lo más prolongada posible.
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